¿Me escuchas?

Recuerdo muy bien la tarde en que le exigí al que era mi novio que me dijera la verdad de lo que estaba pasando. Me lo dijo muy claro: estoy enamorado de otra mujer y no sé si me quiero quedar contigo o con ella. Eso fue lo que me dijo, pero yo escuché: estoy confundido pero sé que te prefiero a ti y si me das tiempo, regresaré. Por no escuchar lo que en realidad me dijo, viví seis meses en los que creí que él iba a regresar, seis meses de incongruencia de mis pensamientos, palabras y acciones en relación a la realidad: él estaba enamorado de otra. Durante ese tiempo me salí de mí, me comporté como una desconocida, una Iliana que hacía berrinches, que gritaba y exigía claridad, una claridad que debía salir de mí, pero que yo de necia exigía de él.

Un día me desperté y escuché con claridad lo que me había dicho. Habían pasado seis meses y él seguía confundido. Esa confusión fue clara para mí y además de escucharlo, me escuché: no quiero estar con alguien que no sabe si quiere estar conmigo. Me dolió en el alma, pero por fin mis pensamientos, palabras y acciones eran congruentes, le di las gracias por el tiempo compartido y me fui. Me tomó meses de consulta de semiología de la vida cotidiana sanar mi herida y volver a ponerme al centro de mi propia vida y valió cada hora que pasé clarificándome. Una gran lección que aprendí fue esta: escucha lo que te dicen, no escuches lo que quieres escuchar.

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