Primero debo decir cuán difícil ha sido para mi ponerme a escribir, superar este sentir de que lo que tengo que decir no importa ha sido difícil, difícil también comprender que lo que quiero decir es importante, que mi voz es importante, porque todo lo que he vivido me ha servido y he aprendido grandes lecciones. Y si esas lecciones le sirven a una persona, mi trabajo está hecho. Quiero iniciar una revolución y la voy a empezar por mi.
De pequeña siempre fui introvertida, me gustaba mucho leer, incluso leía antes de aprender a leer, dice mi mamá que me podía pasar horas viendo libros con dibujos y que esperaba en la puerta de mi casa con un libro en la mano a que alguien llegara de visita, para pedirle que me leyera. Nunca he perdido ese gusto, recuerdo que a los 15 años tuve mi primer novio y terminé Los Miserables.
Siempre me sentí un poco fuera de lugar y sin un sitio o grupo al que pertenecer, sin embargo, en quinto de primaria hice mi primer grupo de amigas, una de ellas se fue a otra secundaria, pero durante la secundaria fuimos tres mosqueteras. Eso duró hasta la prepa, cuando una de ellas prefirió otro grupo de amigos y yo descubrí que podía tener novio y a través de ellos tener amigos.
Ese modus operandi me siguió hasta la universidad, en donde descubrí el teatro y perdí la vergüenza a hablar en público protagonizando un musical.
Terminando la universidad y pasando el 9/11 comencé a trabajar y durante varios años fue mi única pasión, bueno, trabajar y tener novio, trabajaba como consultora de negocios, tenía novios y lo amaba. En uno de mis viajes me reencontré con un compañero de la universidad, me llevó de la estación de autobuses a mi casa y dos años después, boda.
Nos casamos en 2006, nos mudamos a la Ciudad de México y durante mi primer mes de casada me puse en pausa, si, fue como si fuera un casete en una grabadora tocando música y de repente me puse pausa. La pausa me duró cinco años en los que trabajé, construí un negocio de desarrollo de franquicias, me emborraché y estuve básicamente entumida. En el año año de mi matrimonio, me puse play otra vez y comencé a cuestionarme, ¿qué chingados estaba haciendo ahí? ¿quién soy? ¿realmente esto es lo que quiero? ¿a qué hora le di a él la responsabilidad de hacerme feliz? ¿A qué hora me puse pausa? Ah sí, a las 12:00 pm del día 30 de casada. Fue un año de lucha interna, yo quería que él tomara la decisión para no ser la bruja del cuento, pero el año pasaba y entendí que nunca lo haría, para él todo estaba bien. Así que un viernes que regresé tarde a mi casa después de una cena de trabajo y él me confrontó alzándome la voz, contesté con un “quiero el divorcio”, era demasiado tarde para nada más. Ese fin de semana se fue de la casa, era noviembre. A principios de diciembre me fui a pasar las fiestas con mi familia y cuando regresé en enero, el estaba instalado otra vez en el departamento, me dijo que el contrato estaba a su nombre y que yo podía sacar las cosas que quisiera pero que no podía quedarme ahí. Me fui a vivir con una amiga, hice mudanza y a los pocos meses me fui a vivir con otro él: mismo modus operandi. Corría el 2012.
Ese otro él duró cinco años, durante los cuales me sentí libre, claro, estaba haciendo cosas y siendo una persona que nunca me había permitió, me corté el pelo y me lo pinté de rubio, gris, azul, me hice un tatuaje, en fin, viví en modo sexo, drogas y rock&roll. Eso si, esos cinco años también me trajeron cosas de las que a la fecha estoy agradecida, conocí Semiología de la Vida Cotidiana (SVC) y me aventé los 12 cursos de fin de semana y eventualmente, en 2016, comencé a estudiar en el Colegio de Consultores y Comunicadores de SVC, con la esperanza puesta en mejorar mi calidad de vida y ayudar a otros a hacer lo mismo través de Savvy to be, aunque todavía no lo sabía.
Sin embargo, todo se regresa en esta vida. Ese otro él, había empezado a andar conmigo antes de terminar con su novia, así como yo empecé a andar con él antes de firmar el divorcio, karma: él se enamoró de “una versión más joven de mi” y después de seis meses de “darnos un tiempo” me di cuenta de que ya no estaba dispuesta a seguir viviendo la vida que tenía junto a él y que tampoco quería estar con alguien que no sabía si quería estar conmigo. Ese día lo mandé a dormir al estudio, era noviembre y en diciembre me fui con mi familia, regresé a buscar departamento y el 14 de enero me mudé. Ya es 2017.
Dato importante, en 2012 dejé el negocio de desarrollo de franquicias y entré a trabajar a una empresa, en el área de procesos. En esta empresa aprendí muchísimo, abrí mis posibilidades y descubrí mi vocación de servicio. Ese servicio que nace de las ganas genuinas de ayudar y que todo mejore. Esa empresa me dio la oportunidad de hacer un cambio en mi carrera y en 2016 me empecé a hacer cargo del área de Capital Humano. Esto fue un gran reto para mi, el primer año sufrí y trabajé muchísimo, pero valió la pena, trabajar para y con las personas me enamoró.
Terminar con él fue muy rudo, el trabajo y el Colegio de SVC me mantuvieron en pie. Sin embargo, también fueron necesarios nueve meses de consulta de SVC para sacarme del hoyo en el que estaba metida. Ahí, en consulta, aprendí a poner en práctica los conceptos de SVC en tiempos difíciles. Terminar con el otro él y empezar una nueva carrera, me dejaron devastada, pero poco a poco me reconstruí, entre la consulta, los estudios, el trabajo, mi familia y mis amigas, me reinventé. Durante un tiempo viví mi soltería a tope. A finales de 2017, tuve una relación de tres meses con un antiguo compañero de trabajo, tres meses que viví como hipnotizada hasta que me di cuenta del control sobre mi que le había concedido y terminamos. Un años después, 2018, comencé a salir con otro otro otro él, y a pesar de las señales, de los gritos del universo para que no siguiera, seguí y me la pasé bien, la gran química, lo bien que nos llevábamos en muchos aspectos, las grandes conversaciones y las ganas de que me quisieran y de estar en una relación estable me ayudaron a pasar muchas cosas. Cuando terminamos, un año y medio después, pude darme cuenta de que mi propia rebeldía me llevaba a elegir parejas a las cuáles pueda oponerme para reafirmarme. A través de rebelarme me sentía más yo, más en control de mi misma. Esto lo pude ver gracias a la práctica de auto observación que aprendí en SVC y que se ha vuelto un estilo de vida para mi.
Antes de que se terminara la relación y justo poco antes de renunciar a un nuevo trabajo en el que duré seis meses (ya es septiembre de 2019), empecé a adelgazar, a tener ataques de ansiedad y entré en un estado depresivo del que me mantuve a flote gracias a mi práctica de las herramientas de SVC y al gran anhelo de certificarme como consultora de SVC, ya que seguía estudiando y para graduarme tenía que hacer una tesina. Sin embargo, cuando la entregué, perdí la poca confianza en mí que me quedaba y me tiré otra vez al hoyo, uno diferente, un poco menos profundo, pero hoyo al fin.
En noviembre me diagnosticaron hipertiroidismo y me hundí más en el estado depresivo y la ansiedad, mi práctica de SVC, mi familia, y su gran amor me salvaron. Ahora me doy cuenta de que nunca paré, tenía un trabajo en una startup que ahora no entiendo cómo hacía. Diciembre y enero fueron meses de sanarme de esa inseguridad en mí misma que se había apoderado de todo mi ser. Cuando regresé a la ciudad de México, renuncié a la startup, empecé a trabajar de freelance en proyectos de consultoría de RH, me armé con mi sanador espiritual, José Antonio, y con Armin, mi doctor de terapia neural y comencé a mejorar mi salud física y mental. Al inicio de la pandemia una pareja de amigos, Ile y Gus, vivió conmigo un mes y su ayuda fue invaluable, ¡gracias a ellos empecé Savvy to be! En abril inicié el programa Sana tu Tiroides y Judith se hizo parte de mi equipo de sanación. Tengo amigos, Alex, Isa, Adriana, Marylin, que siempre están y son parte invaluable de mi red de salvación. Todos los viernes tengo mi grupo de señoras vía zoom, con amigas que nunca pensé que podía tener: Mariana, Gisa, Gennie, Nash, Carola, Liz.
Volví a mi peso normal de 55 kg, después de llegar a pesar 45 kg. Mi tiroides sana todos los días, al igual que el resto de mi cuerpo. También sanan todos los días mis pensamientos y mi espíritu.
Hoy me decidí a escribir esto, después de que me lo pidieron en un curso de stand up que tomé en 2018 y no pude. Hoy también escribí cartas que quemé para sacarme del sistema pensamientos que ya no me sirven. Me siento más ligera.
Termino de escribir llorando, iniciando el duelo a esa Iliana que busca siempre ser perfecta para que la quieran, a la que se hace menos para enaltecer a los demás, a la que le da miedo poner su voz al servicio de los demás. Inicio este duelo, para dar paso a una nueva reinvención de mi misma, una versión de mi más compasiva consigo misma, más plena, con grandes lecciones aprendidas y con una voz al servicio de los demás. Bienvenida Iliana, la mujer plena, buena, bella y verdadera que siempre he sido, solo que a veces se me olvida. Escribo esto para recordármelo y, si te sirve, lo uses de espejo para revolucionar tu propia vida.
Julio 2020.
It doesn´t matter when we start.
It doesn´t matter where we start.
All that matters is that we start.
Simon Sinek.
Testimoniales
“ A través de la práctica de semiología descubres herramientas fundamentales para conocerte mejor y modificar creencias aprendidas de los distintos sistemas sociales en los que te has desenvuelto. Con este sistema aprendes a romper paradigmas de tu autoconcepto y a auto observarte para conocerte mejor, modificar lo que no te gusta de ti y reconocer que solo puedes controlar cómo te sientes tú en relación a tu entorno. ”
— GRACIELA